"Tú... sucio norteño... coge la espada y el poco coraje que te queda y atácame. Sefar jamás pudo conquistar las montañas del norte... ni aun en la época de las grandes Guerras. La gente del norte no se doblegaba ni ante la espada de mi abuelo, ni la de mi padre... ¿tú hoy te vas a doblegar ante la mía, sucio bárbaro del norte?" - apenas se acaba de levantar y Julius ataca sin contemplaciones.
El cazador rueda a un lado, lo esquiva fácilmente y corre a por su espada, junto al árbol. El siguiente ataque es imposible de esquivar estando de espaldas. Se gira con el tiempo justo de bloquearlo. ¡Tchin! Chocan los aceros. La mirada del cazador se vuelve tan cruel como la del mismo Julius.
El sol del mediodia pasó hace tiempo. Luchan sin cuartel, apenas unos rasguños sin sangre. Sin embargo, algo ha cambiado. Ambos están sonriendo. Disfrutan el tacto de la espada. El cazador lo entiende. Debe dejarse llevar por su espada, debe sostenerla por y para él.
(El legado del Guerrero XXXIII)
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