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11 abr 2013

Retomar el acero

Media mañana, en la verde tierra de Immert. Una figura reposa con la mirada perdida con su espalda sobre un árbol junto a la tumba del maestro de la verde tierra. Observa el infinito sin percatarse de quien se le acerca con ojos furiosos. La patada que le propina le hace rodar varios metros colina abajo. Cualquier otra persona habría muerto al instante, pero el desconcierto le salva. El rey Guerrero jamás tuvo miedo del Cazador de Demonios; sin embargo hoy viene a desafiarle. Ataviado como el mercenario que era antes que rey. Abajo de la colina, en la puerta de su casa, el general que prefiere labrar la tierra les observa.

"Tú... sucio norteño... coge la espada y el poco coraje que te queda y atácame. Sefar jamás pudo conquistar las montañas del norte... ni aun en la época de las grandes Guerras. La gente del norte no se doblegaba ni ante la espada de mi abuelo, ni la de mi padre... ¿tú hoy te vas a doblegar ante la mía, sucio bárbaro del norte?" - apenas se acaba de levantar y Julius ataca sin contemplaciones.

El cazador rueda a un lado, lo esquiva fácilmente y corre a por su espada, junto al árbol. El siguiente ataque es imposible de esquivar estando de espaldas. Se gira con el tiempo justo de bloquearlo. ¡Tchin! Chocan los aceros. La mirada del cazador se vuelve tan cruel como la del mismo Julius.

El sol del mediodia pasó hace tiempo. Luchan sin cuartel, apenas unos rasguños sin sangre. Sin embargo, algo ha cambiado. Ambos están sonriendo. Disfrutan el tacto de la espada. El cazador lo entiende. Debe dejarse llevar por su espada, debe sostenerla por y para él.

(El legado del Guerrero XXXIII)



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