Hijo mío... hoy si... hoy voy a contarte cómo antes me consideraban el mejor guerrero sobre cualquier círculo de la existencia.
No había ser que no temiese mi espada, no existía poder capaz de doblegar al mío; o eso creían todos. Nunca fue así. El secreto de mis victorias se debía a la furia de mi espíritu. Da igual que escojas la furia o la alegría, la tristeza... mientras tu voluntad no se doblegue ante la adversidad; mientras tu espada siga a tu mano, nadie podrá vencerte. Ni aun cuando tu sangre sea derramada, ni aun cuando tu cuerpo esté condenado a yacer inerte; no habrás sido vencido... porque a veces, hijo mío, cuando pierdes, ganas. Habrás ganado una fuerza digna de un dios; a la que todos temerán aun después de morir porque tu espíritu jamás se rendirá.
Yo he perdido la ira; sólo sé luchar. Y ahora debo encontrar otros motivos por los que seguir adelante. Hijo mío, tú serás uno de ellos. Intentaré afrontar cada día como una batalla más, trataré de doblegar a mi enemigo como si portase la espada de dos colores que algún día verás colgada sobre la chimenea de casa. Mi fuerza no será sólo por mi, sino por quien me importa, mi fuerza será la de otra persona que me necesita. Seré tan fuerte como un roble. Seré invencible por motivos que me importan.
Buscaré quien me comprenda, buscaré el lugar en el que me halle en paz. Quizá deba redescubrirles, quizá deba conquistar ambos bastiones antes. Pero debo tratar de hacerlo, sin rendirme.
Cumpliré mi palabra, cumpliré mis promesas... aunque alguna tarde diez años en cumplirse.
(El legado del guerrero IX)
(A mi inspiración, a mi fuerza... a mi musa, la que guarda mis sueños)
(A mi inspiración, a mi fuerza... a mi musa, la que guarda mis sueños)
http://sendaguerrero.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario