Alguien observa la expansión de los reinos desde la montaña más alta de las tierras del norte. A un lado el lugar que le vió nacer, al otro, los restos de una aldea destruida, según dice la historia por él mismo. Alza la vista mas allá y se extiende la yerma tierra de la grieta, el desierto y el dolor. A su espalda, sin poder verla, la tierra inconquistable, más allá de lo conocido. Su mirada se para sobre una enorme extensión, la verde tierra de Inmert; a su lado, hacia el Oeste, el inmenso reino de la guerra, Sefar. Sus ojos... abiertos y expectantes... lo "ven" todo. Desde tan alto percibe cada ruptura, por minúscula que sea, cada puerta a otro mundo, cada invasor. La grieta resplandece por encima de todo. Allí viaja. Con su guardián y un nuevo compañero de dudosa naturaleza.
Allí, sus pensamientos se vuelven palabras en su cabeza.
¿Qué es lo que busco? ¿Cual es el final de mi camino? ¿Morir ante demonios o morir ante el tiempo? ¿Hasta cuándo me seguirá este fiel guardián? Allá donde miró solo veo guerras, solo veo sufrimiento, sean en mi recuerdo, sean ahora... sufrimiento. Dolor. Una vez amé, y otra más. Dos veces sufrí. Llevo tanto tiempo odiando... ya no recuerdo cuando era un simple niño. La primera muerte me vino siendo joven.. ¿así empecé a odiar? No... no son los demonios los que odio. Les cazo, es mi tarea. Odio a los que no me dejan ser uno de ellos, odio a quienes me alejan de mi hermana y de mis padres. Si tan solo me hubieran tratado como uno más, tan solo me concedieran la duda de la humanidad... quizá sería capaz de recordar mi nombre.
Olvídalo, cazador, porque este es mi nombre ahora. Seguiré odiando, hasta el fin de mis días. Pero no bajaré la cabeza ante ninguno de ellos. No permitiré que ningún humano, sea rey o plebeyo, guerrero o labrador... ninguno... ninguno...
Los pensamientos se interrumpen ante el crujir de las ramas secas ante los pies del gigantesco panda. Bufa al cazador para recordarle que él es el guardián, siente lo que siente el cazador. Se acerca, el joven acaricia la enorme cabeza del oso. Se tocan mentalmente, se transmiten afecto. Aquel que les acompaña se mantiene distante, precavido. Siente el poder de ambos estando juntos. Les teme.
Mi guardián, eres el único lazo afectivo de mi poder. Eres lo que añoraría si pudiese negar la caza de demonios. Eres el motivo que me mantiene vivo. Si el cazador cae, el guardián ya no tiene sentido de existencia. Amigo mío, compañero en innumerables batallas. Vayamos... vayamos al menos a una más, si tú me proteges, nada podrá derrotarme.
El ánimo del guardián se llenó de excitación, rugió tan poderoso que tembló la montaña. El sonido llegó lejos... muy lejos... tan lejos como el reino de la guerra, tan lejos como para tirar un yelmo sobre una tumba junto a una granja en Inmert... tan lejos como que los demonios en la grieta retrocedieron de temor.
(43ª crónica del Cazademonios, sobre la señal que cerraría la grieta)
http://sendaguerrero.blogspot.com/
1 comentario:
Interesante y me ha gustado, nuevamente se meten reflexiones sobre la soledad, humanidad, deber, amor, etc...
Quizás el guerrero, necesitado de una alma gemela o del afecto negado por otro ser vivo, que no sea su guardian, le hace más humano y vulnerable de lo que el piensa sobre sí mismo y me gusta ese contraste.
Ego Dixit!
Semper Fidelis! Un abrazo!
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