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22 mar 2011

Reencuentro

Sefar, el reino de la guerra, en tiempos de paz. Un gran salón para celebrar una reunión tras un merecido descanso. La grieta está calmada, aun no se cerró. Con algunos hombres para defender. Otros pueden regresar a sus casas con sus familias. El rey Julius, joven rey guerrero ofrece su fortaleza de Sefar para agradecer y ser hospitalario con los suyos. Soldados se han reunido ya en sus casas con los suyos. Esta noche acuden los capitanes para ser homenajeados por el mismo rey.



Un único rincón permanece en sepulcral silencio. Una cómoda silla y un enorme oso a su lado, echado y dormitando. Ambos intentan sobrellevar el jolgorio, no soportan estar encerrados en paredes y menos aun los formalismos. El mismo rey insistió.

La risas de una familia destacan por encima del resto. No por su escándalo. Sino porque el gran general Marcus, de la verde tierra de Immert, se ha reencontrado con su familia. Su mujer no le suelta el brazo, no deja de mirarle. Su hijo, ya es casi un hombre. Cuenta historias e historias a su padre. Él se regocija, se siente orgulloso.

De pronto... el salón enmudece. Todos en pie salvo aquel que lo ignoraba todo en su rincón. Tal como se levantan, hincan su rodilla en el suelo. Rinden honor a un viejo pastor y su humilde esposa. Han sido escoltados por su propia hija, líder de un batallón de hoplitas, una falange completa. Todos al servicio de un pastor y su señora. Les satura la riqueza del castillo, un rey se inclina ante ellos, un general postra su espada, un castillo entero les enaltece. Y no saben por qué. Sus ojos, viejos y gastados buscan a uno, solo uno. Verle es la recompensa que ellos desean. Abren un camino para que puedan verse mutuamente. El pastor camina apoyado sobre su cayado, su esposa le sostiene del brazo. Al fin aquel que dormitaba aburrido descubre quién se le acerca. Duda de lo que le muestran sus ojos. Abiertos como platos, enormes...

Corre hacia él, corre hacia ella. Su padre, su madre. Quienes dieron vida al cazador, quienes le mantuvieron como alma pura, quienes le lloran más que nadie en el mundo. Se funden en un abrazo. Las lágrimas caen... por todo el reino de la guerra hoy caerán lágrimas, de felicidad. Prácticamente un reino entero sometido de rodillas ante un pastor. Él apenas sabe por qué, solo sabe que tiene lo que más desea con el, a su familia, su alegría.

(33ª crónica del cazademonios, sobre su familia)





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