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27 feb 2011

Añorar

Una mañana fría, una más. Los rayos del sol se escapan por las rendijas de la tienda. Un hombre despierta poco a poco. Alarga su brazo en busca de alguien. Su lecho está vacío, como de costumbre. Entonces abre los ojos y muestra melancolía. Tristeza en el gesto del general.

Añora a su esposa. Es imposible no recordar despertar y ver sus ojos observándole, como cada mañana. Enamorados una y otra vez, cada día. Una caricia, las palabras sobran para expresar lo que siente cada uno. Lejano recuerdo, triste también. Un hijo que ya debe haber crecido bastante entraría a despertarles, jugaría con los animales mientras su padre le observa esperando el desayuno. Más triste aun.

Marcus casi no recuerda el tacto de la piel de su esposa. Desea romper a llorar, pero debe mantenerse sereno. El ejército depende de él. Triste una vez más. Triste tres veces.

Le inundan multitud de recuerdos, imágenes que no logra deshacer de su memoria para no perder su entereza. Cuatros veces ya.

(Del General Marcus, de la verde tierra llamada Immert)





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