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26 oct 2010

Primus flammis combusta quam armis victo.

Una vez marché a la grieta a aprender a controlarme. El secreto era contenerme hasta el momento adecuado. A causa de la herida que tengo en el costado no me dejan ir a luchar. Tanto tiempo... mi cabeza está pensando demasiado. Tanto poder, tanta energía contenida. Necesito librarme de esto sin hacer daño a nadie. Me estoy volviendo loco. Más aun de lo que ya he estado.

A mi cabeza regresan pensamientos y recuerdos pasados. Asuntos ya zanjados. ¿Por qué me duele ahora? ¿Quizá no estaba tan zanjado este recuerdo? Esto me empeora aun más. Solo hay algo que puedo hacer... irme.

Acamparé una vez más en el infierno. Allí encontraré la paz suficiente. Solo un par de días...

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Dos dias pasan volando. He regresado. El general llora junto a un soldado. El padre de éste ha caído durante un simple entrenamiento. Anuncian la inminente muerte de otro por enfermedad. Primero caen los viejos y los débiles.

Dos días han sido eternos para ellos. Al fin lo entiendo. Marcus no llora porque conociese al padre de este soldado. Llora porque siente el dolor junto a él. Quizá me cueste asumirlo. Sólo me importa mi familia, quizá mis amigos. ¿Su dolor también me afectará a mi? Lo estoy descubriendo poco a poco.

Sigo herido. No sé cómo ayudar. Ni siquiera sé qué sentir. Cómo comportarme.

Aun siendo quien soy no merezco ser perdonado en todo.

(Vigésimo primera crónica del cazademonios. Sobre su interior)



http://sendaguerrero.blogspot.com/

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