Un fantasma deambula entre ellos. El más fuerte de todos. Afligido por una herida que tarda en curar. Quizá incluso más de lo normal. El silencio se hace cuando él pasa. Es fuerte y soporta el dolor mejor que el resto. Pero no le permiten ir a la batalla hasta que sane completamente. Se siente encerrado entre las tiendas del campamento. Sus ojos, furiosos como norma, indican que su mente está más lejos de lo que nadie pueda esperar. Sin darse cuenta se remonta atrás en el tiempo mientras deambula. Busca desesperadamente algo, y cada vez anda más deprisa. El dolor de su herida le hace ponerse aun más nervioso. Viejos recuerdos le atormentan. Malas experiencias pasadas. Gente que le obligó a ser como es. ¿Por qué en los peores momentos surgen los peores recuerdos? Lástima... pero él es en eso como los demás.
Algunos le siguen en la distancia. Apenas se atreven a acercarse. Finalmente toma camino a una loma cercana, sale del campamento. En lo alto de ella surge un grito desde el mayor dolor de su alma. En su mente aparecen las dos personas que más daño le han hecho: dos mujeres separadas por el tiempo lo suficiente. Le hicieron ser como es. Aquel grito parece eterno. El terreno a su alrededor empieza a desmoronarse. Surge fuego del suelo. Es terrorífico. Él ha invocado todo eso por el dolor que siente. Le invade la impotencia de no poder hacer más que esperar a curar. Grita. Y grita nuevamente. El círculo de fuego se amplía... aumenta la temperatura. Lo notan desde el campamento.
Grita una vez más, más fuerte aun. El sol parece acelerar su caída para huir de este ser. Finalmente llega el silencio. Él ha desatado parte de lo que tiene acumulado. El fuego regresa a las entrañas de la tierra. Se gira y sus ojos aun emanan ira y fuego. Encendidos completamente. Parece un demonio desbocado.
El ejército sin nombre teme. Le ven acercarse caminando despacio.Atraviesa un campo devastado por él mismo sin apenas inmutarse. Ignoran que no les pasará nada. Seguirá de largo hasta su tienda donde conseguirá templar su enfado.
Yo, su general. Conozco su sufrimiento. Lloraré por él. No puedo hacer nada más por ahora.
(Marcus, de la verde tierra llamada Immert)
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