Alzo mi brazo, todo el ejército retrocede salvo aquellos que han sido asignados a mi mando. Leales y valientes; todos bajo mi protección. Un último halo de aire en mis pulmones antes de empezar a invocar. Un último segundo para que mis ojos deseen sangre y los hombres comiencen a temblar.
"Invoco al señor de las huestes de más allá del páramo y del lago de fuego a comparecer aqui junto a la puerta de la grieta" - grito para ser oído en todo el infierno. Eso hará enfadar a la bestia. Apelo a la mayor debilidad de los demonios, el orgullo. No tiene escapatoria - "Declaro las tierras del páramo y del lago como libres de su servidumbre. Y le desafío para recuperarlas aqui y ahora" - Tan solo unos segundos de silencio. Un bramido de mi guardián nos alerta de su presencia. Él ha llegado. Al caminar hace temblar el suelo, es enorme. Le sigue un regimiento de demonios que en comparación son diminutos.
Una mirada al guardián. Un rugido atronador que los paraliza en ese instante. Temerosos por el poder del Panda. Él no ha cesado su paso, de hecho lo acelera y se dirige directamente hacia mi. Soy consciente de todo a mi alrededor, plenamente consciente de la satisfacción que me va a producir esto. Probablemente estaré sonriendo, ni siquiera me importa. Voy a liberarlo... ya es su hora...
Todas los bloqueos desaparecen. Mi espada destripa a ese gigante sin apenas esfuerzo. Mi interior no se contiene cuando de demonios se trata. Solo necesito un segundo para volver a estar bajo control. Es entonces cuando el panda viene a mi encuentro y con un lametón me saca una sonrisa de verdadero afecto.
Ahora los demonios que me ayudaron son libres. Otra de las grandes bestias del infierno ha caido. No es la primera, no será la última. Yo descanso, ahora toca el turno de mis hombres. Ellos acabarán con lo que queda.
(Decimoquinta crónica del cazademonios, su lealtad)
http://sendaguerrero.blogspot.com/
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