Esta nueva espada, cuya fuerza se alimenta de la mía... Cuyo poder corresponde a mi propia fuerza mental. Cuya voluntad se apodera de la mía y guía mis manos... Esta espada sin poder... y nada más, es lo que provoca mi silencio.
Conversaciones en paz; con viejos lobos bajo una luna creciente. Batallas que no son más que pequeñas escaramuzas. Satisfacen mi necesidad de estar activo, merman mi exceso de energía junto a mi espada. Apenas tengo tiempo para pensar, tiempo para odiar, tiempo para enfadarme... para nada más.
¿Y sabes qué... ¿universo? Si alguien ahí me está observando y se pregunta qué rumor transcurre por mi cabeza... se llama melancolía. Nada más que melancolía.
Cierto es que cuando cierro los ojos antes de dormir mi mente vuelve a revivir aquello que más añoro: Tener a alguien a mi lado. Recuerdo una y mil veces aquel primer beso bajo una ventana en una tierra lejana. Cierro mis ojos y veo aquella mujer que forjaba espadas dignas de dioses. Inspiro aire e ignoro el recuerdo de aquella traición antes de la luna nueva; lo ignoro en virtud de la complicidad y amor... Amores que sentí. Amores que anhelo, pero no deseo repetir. Nada más.
Esta espada pesa más de lo que aparenta, porque trae a mi mente más dolor del que deseo soportar. Incluso más dolor que el recuerdo en la corriente de las lágrimas. Sin embargo, estoy... casi en paz; y nada más.
(Circo de Mariposas II)
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