Mi padre me contó que en cada corazón moran dos lobos, el de la ira y el de la compasión. Y que depende de cada cual decidir a qué lobo alimentar. El blasón de mi pueblo es un lobo, parece que ni eso podemos decidir, porque nos obligan a alimentar el lobo irascible que llevamos dentro. Nos llevan a la guerra. Servimos a un señor, a un rey... contra otro... y cuando le venzamos, iremos a por el siguiente. Nunca he conocido la paz desde que sé empuñar armas. El látigo es la recompensa a la clemencia o a la piedad...
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Yo, sin embargo, que no conozco otro nombre, porque me llaman Lobo, al igual que a mis hermanos de armas, igual que mi padre, y que el padre de mis hermanos... yo... sueño con algo más. Porque en mis sueños veo un río, un río helado, un paraje cubierto de nieve... y que guarda un secreto, un secreto que aun no puedo oír. Cuando me giro para ver de quién son los pasos de quien me sigue, despierto bruscamente.
Quizá aun no estoy preparado.
Quizá, algún día, me den un nombre, uno digno. Quizá no griten "que viene el lobo" al llegar a una aldea. Quizá encuentre la forma de hablar con mi perseguidor y darle sentido a este sueño.
Mientras tanto, guardaré el secreto de mi anhelo, porque el látigo no es una compañía agradable.
(El despertar del lobo I)
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