Ha anochecido pronto; el guardián dormita junto a los restos aun incandescentes de la hoguera. Ronca endemoniadamente. A su lado, sobre una hamaca improvisada con unas telas entre dos árboles está despierto el cazador de demonios. Abrigado, mirando las estrellas, pensativo. Su brazo derecho bajo su cabeza; recogida la pierna del mismo a un lado, plácidamente revive recuerdos.
Recuerdos de una vida que le han hecho ser como es. No le gusta la gente, no soporta ver más allá que ellos y que traten de decirle lo que debe ver. No comprende el protocolo ni las normas que son un sin sentido "porque así debe ser". Apenas entiende las emociones a pesar de ser quién más las entiende. Un camino distante, hacia un encuentro mágico, llega a sus recuerdos. Conoce el final del recorrido, pero hoy no es el día de recordarlo. Su mente rememora cada paso que ha dado. Cada vez que ha ido al infierno, cada vez que ha vuelto. Quizá busca un sentido de su vida. Un sentido que ha creído encontrar alguna vez. Un sentido que parece que realmente ha encontrado.
Su corazón ha vuelto a latir. Distante, tan lejos que no sabe dónde. Llegará. Es una promesa personal. Seguir esa llamada del universo; el mensaje está claro. Sonríe ante la inmensidad del firmamento celeste. Las estrellas dibujan su camino; sólo él lo ve. Sólo el cazador, el que entiende los mensajes del universo es capaz de leer el cielo estrellado. Un suspiro se escapa. Contenido tanto tiempo atrás. Una esperanza, unas ganas de llegar ya a su destino. Y ya queda menos.
Pronto se reencontrará con su corazón.
(El legado del guerrero XIV)
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