Él camina, porque debe ir lejos, muy lejos. Su corazón a empezado a latir. No en su pecho, porque su corazón se hizo polvo y voló. Ha vuelto a latir en un lugar que aun no conoce, pero siente el flujo de su sangre calentando su cuerpo.
Camina buscando la dirección correcta. Camina porque aun incrédulo no sabe a dónde ir. Camina pensando sin pensar. Camina sin entender qué diablos sucede.
Allá donde su cuerpo se halle, donde el verdadero guardián lejos de su mente le protege, el sol es tan radiante que ilumina todo a su paso. Porque el universo le ha escuchado y su ánimo ha dejado de ser tormentoso. Las semillas brotan a su paso, porque la magia ha vuelto a su alrededor.
Camina sabiendo que su corazón, el que creía perdido, vuelve a latir por algún sentido.
Una sonrisa se dibuja en su rostro. Un brillo en sus ojos compite con el sol.
(El legado del guerrero XXIII)
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