Siempre dijeron de mi que no tengo alma, que no me pertenece; pasa de generación en generación al siguiente que ocupe mi lugar cuando yo muera. Ahora, además, no tengo corazón. Se hizo polvo, desapareció... lo poco que quedase, no mora en mi cuerpo. Me siento vacío, me ahoga la tristeza.
Anhelo el sonido de su corazón latiendo junto a los pedazos que quedaron del mío. Muero despacio a cada segundo que no percibo su aroma mientras me abraza. Mi piel se estremece porque no siento el tacto de la suya. Mis labios tiemblan ante el recuerdo de los suyos. Y mis ojos... mis ojos lloran desconsolados, lloran por vez primera con los sentimientos que ella mismo me demostró que tenía.
¿Cual es mi destino? ¿Qué debo hacer? Siempre he luchado, es lo único que sé hacer, ¿cómo peleo si no tengo un enemigo al que vencer? Ya pasó mi tiempo, el mundo me olvida, no hay lugar para guerreros. La única persona que ha sido capaz de entenderme, que ha mirado a mis ojos directamente si miedo, se aleja de mi. Yo también debo alejarme mientras ella no me permita acercarme. Estoy desconsolado.
He vuelto al lugar que me vio nacer, he presenciado los rituales a los dioses y he sentido la emoción de los míos. Nadie reparó en la persona bajo la capucha. Fui uno más entre la multitud. He visto lágrimas por una figura de madera. Recurro a Yllia, guardiana de la ira, la más poderosa de todas, para que me proteja y me acompañe en este triste momento. De ella fue la idea de ver el sentir de mi pueblo. También he dejado fluir mi rabia interior; he hecho todo lo que se me ocurría. Pero no consigo sacar de mi mente aquello que me hace tanto daño.
Quizá algún día, hijo mio, sonría de nuevo. Quizá algún día te vea nacer y entonces sepa quién será tu madre. Hasta entonces, seguiré buscando mi lugar en el mundo. Buscaré quién me dé la paz que necesito, mientras tanto, seguiré llorando.
(El legado del guerrero II)
http://sendaguerrero.blogspot.com/
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