Un ejército se desplaza por el reino de Silh. Empezó siendo un rumor de boca en boca. Han oído que el cazador vive; necesitan verlo con sus ojos para creerlo. Ellos le vieron morir al cerrarse la grieta. Todos le deben la vida, sin excepción. Apenas portan armas. Caminan tan aprisa como sus pies permiten. Nadie les convocó. No oyeron ningún rugido. Solo sintieron la llamada para ver a un amigo que creían muerto. Hincaron la rodilla ante su señor para pedir permiso. Cada uno sirve a un rey diferente, visten uniformes y colores distintos. Todos unidos sin ninguna bandera.
El universo está llorando.
Siguen las instrucciones de Marcus. Precisas como sólo él sabe darlas. Llegan a las inmediaciones del pueblo del mercado. Cuando ya vislumbran la primera casa desde el camino del puerto del rey dirigen su atención a una pequeña loma al otro lado del camino. Una silueta que reconocen... corren hacia él. Ni se inmuta, ni se gira. Todos quedan petrificados ante él. Lo que antes era un murmullo ahora es un miedo atroz ante lo que no esperaban ver. Saben quién es. Es imposible olvidar ese rostro. Pero también era imposible imaginarle llorando. Llora de verdad. Las lágrimas discurren un rostro que apenas conoce esta forma de expresar tristeza. El universo llorará junto a él. Ninguno de los guerreros lo creería si no lo estuviese viendo.
¿Por qué llora el cazador? Se estremecen ante el dolor que eso supone.
Y no andan muy perdidos en su pensamiento. Le atosigaban pensamientos que no entendía. Salió a respirar. A huir. Y en silencio comenzó a llorar. No sabe quién es; pero recuerda unos grilletes que le ataban a una pared de piedra. Le apabulla pensar en las muertes que pesa a sus espaldas aun sin saber cómo murieron. Le aflige el recuerdo de la chispa y el metal. El mayor peso en su corazón es un odio que no entiende pero que sabe que sintió.
Una imagen, una mujer de pelo negro y ojos miel, herrera de oficio. ¿Quién será? Otra imagen es una niña que siempre sonríe al verle... Una campesina que le abraza y le besa en la frente... Un pastor que le entrega un cayado... Imágenes que no entiende. Pero que le inundan de tristeza y melancolía. Mira sus manos y añora empuñar su espada aunque no recuerde cómo usarla.
Esta noche es triste: El universo llora en sintonía con él y, si tuviera voz la preguntaría: ¿por qué no descansas en paz, cazador?
(10º cuento del renacer, la primera lágrima)
http://sendaguerrero.blogspot.com/
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