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28 jul 2010

El poder del cazador.

Llueve en la noche, como si entendiese lo que siente un alma en pena. Un ejército forma para la batalla. Enfrente una horda de demonios. Una figura humana se adelanta a todos. Ordena que nadie se mueva. Les amenaza incluso. Sus ojos contienen la rabia que no es capaz de expresar por sí mismo.

La herrera no volvió, mandó una espada para el general. Impecable. Perfecta. Pero ella decidió no volver.El cazador se lanza a la batalla solo. Sólo el guardián le sigue. Los demonios se abalanzan contra ellos. Caen sin cesar ante la espada del cazador, una nueva masacre. Una y otra vez, lluvia de sangre demoníaca. Miembros despedazados sin piedad de ningún tipo. Un solo guerrero puede hacerles frente.

Viene la segunda oleada de monstruos. Son muchos más que antes. Consiguen rodear y separar al cazador de su guardián. Su misión es acabar con el humano, aun a riesgo propio; doblegarlo por la fuerza. Se tiran encima suya para entorpecerlo. Hay una montaña de cadáveres sobre el cazador. Está a punto de ser vencido...
El poder que late dentro del cazademonios despierta al fin. Un frenesí de sangre incomparable. Furia y rabia. El ejército sin bandera se lanza cegado por la ira del cazador. Literalmente son imparables, invencibles. Cuando se acaban los demonios continuan peleando entre ellos; no controlan esa rabia.

El rugido de un león les despierta. Sobre la colina el único ser que supo controlarse. El rey Julius, acariciando a su guardiana más fiel, una leona que desaparece en el aire. Solo el rey conocía esa sensación, sólo el supo controlar y llamar a Yllia, guardiana de la ira. Ella rugió para despertar al ejército.

A pesar de la victoria, nadie quiso celebrar.

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