Los ojos comienzan a llenarse de lágrimas cuando un viejo pastor toma con fuerza el cayado que usa para andar y se dirige a defender a su hija. Su esposa le ruega entre sollozos que no vaya. Él debe proteger lo que más ama: su familia. El resto quedan atrás. Cae del primer golpe con la empuñadura, se ríe un soldado entrenado cubierto con una armadura, ante un pastor salvaje cubierto de tela y pieles. El golpe final llegará rápido. Su hija también está en el suelo solo llega a estrechar la mano de su padre. Ambos morirán como guerreros de las montañas del norte mirando a los ojos a sus enemigos, sin mostrar temor alguno. Julius y Marcus están demasiado lejos, luchan contra demasiados por sí mismos. La lucha es injusta. El final es éste...
Se oye un estruendo. Se quiebra la realidad. Se abren las fronteras entre el infierno y esta esfera. Surge una bestia que paraliza de miedo a cualquiera. Va a por el grupo más numeroso de renegados, los derriba como si fuera muñecos de papel, libera al general Marcus y al rey Julius de Sefar, junto al resto de la guardia de Mairs. El guardián gruñe ante alguno que intente huir. Se oyen pasos desde el infierno. Más allá una tormenta de arena y azufre. El hedor es insoportable. Apenas una silueta humana y unos ojos clavados en quienes iban a matar a su padre y su hermana, sin salir de la ruptura les señala, se orinan encima, ambos cuerpos son atraídos al interior de la ruptura. Tras salir se cerrará la ruptura. Sus ojos tardarán un segundo en recuperar la humanidad.
Ver a su familia le hace sonreír rápidamente, ayuda a su padre a levantarse. Abraza a su hermana. Abraza a todos. Los renegados tiemblan ante el castigo levantar un arma contra la familia del cazador de demonios.
Él ha vuelto, trae paz en su corazón. Aunque alguna inquietud interior que debe resolver pronto.
(La conquista 14)
http://sendaguerrero.blogspot.com/
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