Reunidos en la mañana, quizá falte poco para el almuerzo. El rey está sentado sobre una piedra no muy lejos. El guardián a medio camino está echado sobre el suelo. La fría mirada del cazador se dirige al suelo, aunque escucha, no quiere participar.
"El que combate con monstruos debe cuidarse de no convertirse él mismo en monstruo" - continua mirando de soslayo al cazador, no se ha dado por aludido. Pero todos le han mirado a él... el temple del general cambia.
"¡Imbéciles!" - grita - "De entre todos es el que menos debería pelear en esta guerra. Él siente más dolor y pena que muchos de vosotros juntos. No volváis a mirarle con esa intención... os lo juro por quien os trajo al mundo gritando... no os lo permitiré. ¿Entendido?"
"Si, general. Lo han entendido" - interrumpe el cazador - "Déjales que me observen, que vean como les defiendo en la batalla. Lo entenderán mejor" - se había levantado y daba una vuelta alrededor de ellos... un ligero bufido del guardián mientras se le acerca... su mano acaricia cariñosamente la cabeza de la fiera.
Todos han sentido un frío halo durante ese instante. Agachan la cabeza avergonzados hasta que el cazador se aleja a buscar un poco más de su habitual soledad.
"Marcus" - habla el rey, sonriente y cortés - "Deja de hablar y enséñales a dominar la espada"
"Será lo mejor, vivirán más tiempo"
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