No engendraré hijos ni amaré. No aprenderé oficio alguno. No dormiré en el lecho de mi hogar ni comeré en la mesa de mi padre. No juraré ni prometeré; mi palabra será mi yugo y mi testigo. Desde el nacimiento hasta la muerte mi vida no será mía.
No tengo elección, debo ser fuerte ahora y siempre. Y cumplir con mi tarea. Un dios entre hombres, un hombre entre dioses; la espada con la que termina la batalla.
Es lo que soy, es lo que sé hacer.
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La próxima vez que escriba, será en un libro. Hasta entonces. Gracias por leerme a todos los que habéis compartido tanto conmigo.
Abuela, a partir de ahora me encargo yo.Descansa.